sábado, 26 de abril de 2008

EL CASO CONZI

Marcos había ido a cenar con dos amigas que había conocido en un boliche la semana anterior. El lugar elegido fue un restaurante "top" ubicado en la Avenida Libertador y Alvear, en pleno corazón de Martínez. Dallas fue el sitio no indicado para que Marcos, sin quererlo, encontrara algo que no tendría que haber encontrado.
Típico boliche "yankee", con decoraciones en madera y luces bajas, el restaurante de los hermanos Hugo y Horacio es ideal para la trampa, el juego y hasta el tráfico de drogas. Mientras que Carlos Menem estuvo en su segundo mandato juntando el "vil metal" con palas, estos hombres siguieron su ejemplo. Luego de una acción judicial contra una estación de servicio de su propiedad, no se sabe bien cómo, pero lograron hacerse de una buena fortuna que les permitió montar ese imperio de la lujuria y la muerte. Poco pudieron hacer los funcionarios públicos para evitarlo. Millones de por medio en juego cegaron las miradas e hicieron oídos sordos a los reclamos de los vecinos que se opusieron.
Cuando se inauguró este restaurante algunos pensaron que iba a generar empleo para estudiantes y jóvenes de la zona. Lo cierto es que los trabajos que se ofrecían eran por largas jornadas de trabajo nocturno y, además, buscaban jovencitas que tuvieran buen cuerpo para ser trabajadoras del oficio más viejo y conocido del mundo. ¿Acaso alguien puede negar que una chica que trabaje 5 horas por día pueda llegar a ganar $ 2500 por mes solamente por estar sirviendo tragos?
En la planta alta del resto hay un gimnasio opulento en donde las mujeres ricachonas de la zona moldean sus glúteos y organizan citas ocultas con sus personal trainers. Las chicas que estuvieron la última noche con Marcos solían ejercitar su físico unas 2 veces por semana.
Marcos llegó acompañado por sus amigas y se pidieron unos tragos. Daiquiris, alguna gaseosa y un vino espumante para apaciguar la noche. El dueño del imperio estaba muy cercano a ellos. Miraba receloso, cauteloso y, típica conducta mafiosa, señaló con su dedo a su víctima. Perdón, a sus víctimas. Una a la que quería poseer aunque fuese por un rato, solamente para sacarse las ganas. Y la otra a la que le arrancó el alma y la vida.
A Horacio le gustaban mucho las armas. En su casa de las lomas de San Isidro tenía un pequeño arsenal. Pistolas 9 Mm., una 45, un fusil Máuser y una escopeta. Era tan grande su gusto por ellas que siempre llevaba encima una Pietro Beretta 9 Mm. No vaya a ser que le quisieran agredir o tratar de robar.
Uno de los chicos que trabajaba en el estacionamiento recibió con urgencia la orden de que preparara la 4x4 de Horacio. Éste, apurado, se subió a ella y salió a toda velocidad por la avenida Libertador con rumbo a San Isidro.
Cerca de la Catedral iba Marcos con las 2 jóvenes en un remís. El auto era un Ford Galaxy color azul oscuro. De pronto una de las acompañantes advierte la presencia de una 4x4 como la del dueño de Las Olas que los venía siguiendo. – "Es Horacio, el dueño de Dallas.", logró decir una de las chicas. En un breve instante la tormenta de plomo sacudió el remís. Se oyeron aproximadamente unos 13 disparos. La carrocería del Galaxy parecía un colador.
-"Llamen a una ambulancia que se muere, porfavorr"…
Horacio fue detenido unos meses después en Mar del Plata. Totalmente irreconocible, pudieron capturarlo luego de un operativo en conjunto de la Policía con personal de INTERPOL.
Entre idas y vueltas Horacio fue condenado a 25 años de prisión por el crimen de Marcos. Fue un show un tanto mediático: en medio de todo el proceso el hermano de Horacio decía que les habían hecho una trampa, que todo era producto de una maniobra política. Apariciones en programas televisivos, revistas faranduleras. En fin, algo que es moneda corriente en los medios argentinos.
Elsa, la mamá de Marcos, siempre estuvo firme junto a su marido y sus otros hijos, luchando por condenar al miserable que les cambió su vida para siempre. Y lo lograron. Ese día tan esperado por ellos llegó. Por lo menos pudieron conseguir que su hijo, Marcos, un deportista, un estudiante, un joven, pudiera descansar en paz.

por Matías D´ambrosio.

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